miércoles, 20 de octubre de 2010

Ímpetu solar

Ímpetu solar y ráfagas
Un borrón y aldea nueva
No quedó ni la salmuera,
Barro amargo de aceitunas.

Se agotaron las lagunas
y un candente pus supura
como una garra del viento
polvo de las dunas y arena.

Un sol abridor de penas
dinamita en las raíces,
subterráneas cicatrices
que dejan lo joven, viejo.

Un sapo con catalejo
lleva en su lengua afilada
una ciega salamandra
que manda de lazarillo.

En el cielo los anillos
del humo, del fuego acre;
minuendo de la masacre
cuyo resto es alcanfor.

¿Qué fue de la bella flor?
¿De la bandurria de Eufonio?
¿Quién podrá dar testimonio
de la suerte en este mundo?

¿Qué será del trotamundos
que llevaba lemon pie
en su chistera? ¿Qué hay?
¿Qué será de sus cenizas?

Ímpetu solar y ráfagas
pudieron moler la vida,
hasta el alto tamarindo
o el perdón de los suicidas.

Ímpetu solar y ráfagas,
tenderete de desquicios.
No podrán con mi papel
ni mi letra malherida.

20/10/10

Impetu solar

Ímpetu solar

Ímpetu solar y ráfagas
Un borrón y aldea nueva
No quedó ni la salmuera,
Barro amargo de aceitunas.

Se agotaron las lagunas
y un candente pus supura
como una garra del viento
polvo de las dunas y arena.

Un sol abridor de penas
dinamita en las raíces,
subterráneas cicatrices
que dejan lo joven, viejo.

Un sapo con catalejo
lleva en su lengua afilada
una ciega salamandra
que manda de lazarillo.

En el cielo los anillos
del humo, del fuego acre;
minuendo de la masacre
cuyo resto es alcanfor.

¿Qué fue de la bella flor?
¿De la bandurria de Eufonio?
¿Quién podrá dar testimonio
de la suerte en este mundo?

¿Qué será del trotamundos
que llevaba lemon pie
en su chistera? ¿Qué hay?
¿Qué será de sus cenizas?

Ímpetu solar y ráfagas
pudieron moler la vida,
hasta el alto tamarindo
o el perdón de los suicidas.

Ímpetu solar y ráfagas,
tenderete de desquicios.
No podrán con mi papel
ni mi letra malherida.

20/10/10

miércoles, 6 de octubre de 2010


Murmullo de viento y río

Letra: Ariel Martinez - Música: Juan Pablo Gómez.


Canto del río:
Tanto mirarte de aquí abajo
se me ha dao por cantar
y en la cuerda triste de una piedra
un murmullo hice sonar.
Y mi voz de ronco río
junto a tu soplo vendaval,
llegaran al aire húmedo
de aquel sueño que es el mar
y allá lejos, el espejo,
Nos pondrá ver descansar


Tanto mirar de aquí abajo,
se me ha dao por cantar
y me trepé por tu voz vendaval.
Mis penitas, viento amigo, no se olvide de llevar,
Vidalita, bien lejitos, donde no pueda llegar.

A veces juego en tu espuma,
otras te miro pasar,
surca la tierra tu largo horadar.
Mis penitas, río amigo, no se olvide de lavar.
Vidalita, tan limpitas, que se puedan olvidar.

Soy río que anda tranquilo,
sin apuros por llegar.
Soy viento que acompaña tu andar.
Viento y río, vidalita, tan alegres al pasar
Pobrecitos no les digas que no alcanzaran el mar

lunes, 4 de octubre de 2010


Muerte

Te cansó el frío añil de los años.
Te cambió el dolor,
y el ángel de tus manos
se cansó en tanto llano
de ilusiones.

Te apagó la vida con su manto,
y el camino olvidó tus pasos.
Se mutó el ala en puño
y acudió a cuanta alma
y corazón pudo.

Te estrujó el fluido ígneo
la palabra y el deseo,
y el fusil rojo de tus ojos
se oxidó por dentro
de llanto.

Hoy te beso, fantasma.
Hoy te lloro, alma mía.
¡Vuelve a la tumba!
Hoy te imploro,
que tu muerte me lastima.

Ay! Jesús

¿En qué pensaran los locos?
¿Cuál es el misterio de tu muerte, Jesús?
¿Habrá sido la tuya una cruz?
Es que me diste tal socotroco,
Que triste pensé: Se me ha ido su luz

¿Qué callejón de infierno me diste?
¿Cuál fue mi pecaminoso atajo?
Me empujaste tan hondo y estoy abajo
Que de aqui será difícil que te aviste
Y tengo miedo a que me pierdas paso.



¿Acaso me detuve en tus caminos?
¿No pensaste que esperaba lo mejor?
Perdí tiempo en tu esperanza y lo peor
Me sentí culpable de mis caprichos.
No lavo más culpas, ni heridas, ni dolor.

Quiéreme como soy, con todo y pecado
Estoy cansado de buscar la perfección
Si es que habitas mi corazón
Ya sabrás como yo te he amado.
Mi alma ya escupe tu razón.

Al ánima visitadora

Me visita en la oscuridad
Se cuela en la grieta dúctil
De la penumbra
Entre sueño y realidad
Hálito inconsciente
Busca el camino
Que hasta mi visión la trajo.
Es un atajo desde mi mente
Hasta el suelo de mi casa.
¡Pobre ánima perturbada
desde su cielo
hasta caer tan bajo!

No escucho, no eres clara
¿Qué bendición me traes?
¿Qué maldición te empuja?
Tan dentro de mí vives
Que de tan dentro de mí sales.

viernes, 17 de septiembre de 2010

frutas negras


Mil veces marchito el vientre maduro de la tierra, de su oscuro letargo en el mundo triste y cansado, aletargado tardíamente y malgastado su murmullo de maderas y muertos memorables. Maldigo el mar y el musgo que repasa el muro con su verdor mustio y arrogante, azul de silencios, soledades amarillas y desvastadas por melodías ajenas y lejanas. Melodías y murmullos, música maestra que demuestra ser parte primera de esta tierra maldita, de esta estancia humana y metal (material) que se corrompe en apenas unos míseros años, que no alcanza a descubrirse cuando ya esta muerto, eso llamado cuerpo. Musgo, mar ¡Humedad! Las murallas mueren aplastadas y las aplastan los números. Los números han besado alguna vez la palabra. Las palabras, ¡Tantas veces! Han amado a los números y a los pájaros. Algunos pájaros derribaron murallas. ¿Y los monumentos? Murieron memorando una muerte madura de madera y mierda, como cuando los elefantes mueren extrañando el marfil que miraban eternos sus ojos morados, ahora liberados miran un río rojo que los conduce a la descomposición. Elefantes, monumentos, vientres, tierras, muertos, memorias, vástagos de leche que se hierve en la fragua infinita de la soledad de algunos. Leche y mamas que amamantan la sangre de su vientre ya estéril. ¡Qué ironía!

el papel se moja
En cada bocanada de aire, aspiraba cuantos microbios hubiera a su alrededor. Cerró los ojos e inspiró su boca un reflejo de mar líquido que ahogó sus sentidos. Era un haz de luz que perduró unos segundos y que venía del otro lado de las penurias, enfrente de los dolores. Le punzó el corazón. Imaginó su alma recorriendo los desniveles de la textura impenetrable y tosca del filo de las mielinas de su cerebro alucinado. La otra bocanada del amigo marrón perturbó su memoria. Se olvidó de sí, pero recordó el haz de luz y se fue nuevamente con él a navegar por el mar gaseoso de su perenne existencia. Miró a su alrededor y avistó unas cumbres, oscuras, heladas, que le dieron escalofríos. En ellas había un faro que repetía incesantemente la señal de avistaje de un barco, pero no era por su barco de papel, era por el barco de coronel Ámbar Maldonado, el que había abandonado la tierra y se filtró por una ley promulgada en su tierra natal hasta dar en estas aguas pegajosas de la fibra más dúctil, babosa y transparente del alma del pobre muchacho, que en su barco de papel se mojaba y se hundía. Antes de llegar a las costas de su corazón, se ahogó en su propia alma y pudo ver, como en espejos estratégicamente puestos a ambos lados de su cuerpo, una mujer blanca, enteramente blanca como la blancura, que le tendía inútilmente la mano. Cayó y no terminaba de caer, porque su alma no tenía fondo, no tenía tierra debajo de sus pies y la sensación de in gravedad le provocó tal espasmo, que murió sin poder contemplar la definitiva suerte o desdicha de pisar la tierra más firme que el hombre pueda pisar, la de su corazón; y todo por ignorar que el papel se moja.

farolito municipal

mañana maraña

luz amarilla

decadencia

brujito

sábado, 21 de agosto de 2010

martes, 30 de marzo de 2010

miércoles, 17 de marzo de 2010

sábado, 6 de febrero de 2010